A través del estudio de la extensión semántica que ha adquirido la biopolítica, ésta viene indudablemente determinada por la articulación de los dos conceptos que componen su nombre, ámbitos de significación que han definido saberes y prácticas que, paradójicamente, se han caracterizado por mantener indefinido, o en permanente interpretación, el sentido mismo de lo que la vida y la política significan. Sobre todo hoy día, en que resulta nítido constatar que los límites de competencia o autorización, no sólo epistemológicos sino también al nivel de las prácticas sociales, resultan cada vez más difusos, más porosos, debido a la intersección que ambos conceptos producen. Desde la discusión de los temas axiológicos, o aquellos que incumben a las llamadas bioéticas, dependan de decisiones políticas en torno al aborto, a la eutanasia, a las políticas de seguridad, sanitarias, medioambientales, etc., del mismo modo como estas amplifican y extienden los discursos de acción política y a las propias subjetividades que las ponen en práctica, cada vez resulta más visible el encuentro entre vida y política.
Es por ello que, las perspectivas teóricas actuales (Agamben, Esposito, Hardt/Negri, Virno, Lazzarato y Sloterdijk) inmersas en la tensión entre vida y política, se configuran desde múltiples prácticas de investigación asociadas a la necesidad de mostrar las direcciones que ha adoptado el esquema del poder mundial en los escenarios geopolíticos contemporáneos a partir de la noción de dispositivo, por ejemplo, Agamben: el dispositivo de la gloria; Esposito: el dispositivo de la persona; Hardt/Negri: el dispositivo supranacional o Imperio; por mencionar los más relevantes, y donde la vida se convierte en objeto de dominio y control a través de su politización. A decir: cuando la vida ingresa (con toda su “ambigüedad” conceptual) al terreno de la administración política.
Sobre las razones anteriores, el propósito de esta investigación es estudiar esta intervención y “gobierno” del poder sobre la vida, que precisamente Michel Foucault denominó biopolítica, y que se ha articulado históricamente a partir del desarrollo de los dispositivos disciplinarios y la producción de subjetividad/sujeción que éstos generan, dirigidos en lo esencial al cuerpo individual, hasta los controles reguladores de las poblaciones humanas, que tiene por objeto el cuerpo social. Este estudio intenta amalgamar –a nuestro parecer-, los dos grandes intereses de la obra de Foucault:
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La negación de haber realizado una teoría general sobre el poder, en contraste, su interés inicial a finales de los años sesenta fue realizar una historia de los espacios que sería a su vez una historia de los poderes, es decir, un estudio de los mecanismos desplegados espacialmente por una serie de dispositivos específicos sobre la vida para retener o conservar el poder. Es a partir de aquí que nos interesa profundizar en la relación espacio-poder, un estudio que recupere su conceptualización de lo que ha denominado heterotopías(1) conjunto con el de los dispositivos:
“El análisis de esos mecanismos de poder que hemos comenzado hace algunos años y proseguimos en estos días no es en modo alguno una teoría general del poder. No es una parte y ni siquiera un esbozo de una teoría semejante. Con este análisis se trata simplemente de saber por dónde pasa la cosa, cómo pasa, entre quiénes, entre qué puntos, de acuerdo con qué procedimientos y con qué efectos. Por lo tanto, no podría ser a lo sumo, ni querría ser, más que el bosquejo de una teoría, no de lo que es el poder, sino del poder […] [como] un conjunto de mecanismos y procedimientos cuyo papel o función y tema, aun cuando no lo logren, consisten precisamente en asegurar el poder.”(2)
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A partir del objetivo general de su trayectoria y obra filosófica, que él mismo definió a finales de 1983 (dos años antes de su muerte) de la siguiente manera:
“El objeto de mi trabajo durante estos últimos veinte años […] no ha sido el de analizar los fenómenos de poder, ni el de sentar las bases de un tal análisis. He buscado más bien producir una historia de los diferentes modos de subjetivación del ser humano en nuestra cultura”(3)
De lo anterior, surge la necesidad de establecer un estudio que ordene la dispersión de los conceptos dispositivo y subjetivación en el debate actual de las interpretaciones contemporáneas vinculadas con los autores enunciados con anterioridad, mediante la siguiente hipótesis:
“Para entender lo que la biopolítica significa habría que comprender qué es aquello denominado vida indeterminada, vida que, en ese carácter, es paradójicamente cualificada por dispositivos de disciplina y control a partir de sus respectivas etapas históricas mostrando la inseparabilidad del análisis espacio-poder bajo la figura de emplazamientos (también denominados heterotopías). La forma en la que operan estos dispositivos, como correlatos de las técnicas de poder-saber -que identificaría Foucault como noción de vida a partir del siglo XIX-, llevaría a la biopolítica a entenderse, en efecto, como gubernamentalidad, descripción que demostraría que la vida no es sólo el objeto de la biopolítica, sino que también le sirve de modelo para su funcionamiento en tanto establece mecanismos de subjetivación/sujeción para gobernar la vida. Dicha afirmación parece mostrarse consensuada (aunque no expresa) en la producción intelectual de los pensadores más representativos sobre el tema, sobre el gran interés que seas investigaciones guardan en la manera particular del tratamiento teórico del concepto dispositivo con el problema de la subjetivación.”
(1) Desde sus Conferencias de 1966: “El cuerpo utópico” y “Las heterotopías”, “Espacios-Otros” de 1967 y “Espacio, saber, poder” de 1982, entrevista que fue realizada a Foucault por Paul Rabinow.
(2) Foucault Michel (2008). Seguridad, territorio, población, Madrid, Akal, p. 16
(3) Foucault Michel (1982). “Le sujet et le pouvoir”, en Dreyfus Hubert y Paul Rabinow, Michel Foucault, un parcours philosophique: au-delà de l’objectivité et de la subjectivité, París, Gallimard, p. 297.