Pensar la biopolítica desde sus rastros y desde sus rostros nos conduce a un ejercicio analítico que se bifurca en una doble dirección fuertemente interrelacionada. Por una parte, las derivas articuladas en torno a los rastros de la biopolítica ahondan en los distintos matices de una compleja trama conceptual que se desencadena al pensar de un modo indisociable vida y política; por otra, el conjunto de artículos que componen los rostros de la biopolítica constituye un intento plural por analizar desde el horizonte teórico de la biopolítica toda una serie de situaciones concretas en donde nos habremos de encontrar ejemplos tales como la mercantilización de la naturaleza, el control de los flujos migratorios o la experiencia carcelaria.
La biopolítica se abre así, por medio de esta bifurcación, tanto a una indagación crítica de sus posibilidades teóricas como a una suerte de ejemplificación diversa de su horizonte conceptual; una bifurcación que no se desarrolla por caminos separados sino que opera a modo de un continuo movimiento oscilatorio entre lo teórico y lo experiencial, entre los rastros y los rostros de la biopolítica, configurando así un escenario transdisciplinar que, en última instancia, tiene por objeto repensar la subjetividad desde la copertenencia entre vida y política.